lunes, 26 de enero de 2009

Merluza etílica

Serví en una copa tu ínsipido amor,
me embriagué de ilusión
y exclamé con candor
cuan dura es la desolación.

En la mañana la resaca me visitó
y vestía los harapos de la soledad,
y con un frío abrazo me convenció
de rendirle culto a su deidad.

Me dejó un premio en el cajón,
una amnesia incolora
que bien mi corazón
supo usar como droga.

Más tarde vino a visitarme la felicidad,
mas no supe de qué hablar con ella,
sin embargo le prometí con falsedad
tomarla como mi dulce doncella.

Así fui engañando a mis sentimientos
así fui disfrutanto mis mañas
y fui brinando con mis lamentos
hasta que caí en sus telarañas.

Al despertar de mi vil letargo,
con la sonrisa inerte
y el rencor largo,
le guiñé a mi orgullo y le escupí a mi suerte.

miércoles, 21 de enero de 2009

Amores antagónicos

Puedo vivir muriendo
en el infinito arcoiris de fuego
que tus ojos narran sonriendo
a mi triste ego

Puedo vivir nadando en tus pupilas de metal
aún con el miedo a ahogarme,
puedo dejar de ser un semental
si decides amarme

Puedo vivir alimentandome de tus mentiras,
puedo beber tu amor hiriente
e imaginar que cuando sonries es porque me miras
e imaginar que a tu amor transverso soy perteciente

Puedo vivir en sueños,
puedo ser alquimista de tus besos
y llorar tus besos de ensueño
y festejar tus ardides perversos

Puedo vivir...
sí me lo pides,
puedo vivir...
sólo en tus latidos.

domingo, 18 de enero de 2009

Tinto óbito

Ya el vino habia teñido el cielo,
ya las estrellas mostraban su mejor sonrisa,
ya se derretia el hielo
de mi alma escurridiza.

Mi lengua ya lloraba las más falsas verdades
de mi ilusioria felicidad, de mi efímera vida
en este páramo de perversidades,
en este bosque sin salida.

Atónito me miraba el espejo
mientras la parca esperaba sentada en un sillón,
yo la miré perplejo
y decidí vehemente entregarme con devoción.

Y las lágrimas rojas,
tan déspotamente llamadas sangre,
que lloró mi corazón inerte
violaron mi garganta, súblimes paradojas
de como acabar con mi hambre
de muerte.

Y estreché sus frígidos ojos contra mi tímido honor,
sentí su aliento y su respiraciones triunfantes
y le pregunté con melancólico pundonor
¿Por qué no viniste antes?