A Andrea...
Voy a ese bosque,
de árboles huérfanos y soledades tiesas,
en donde jugaba a ser niño;
a hacerle el amor a la naturaleza.
Mientras mi sombra duerme,
irrespirable e indiferente,
en una hamaca de versos vespertinos
y sueños hilarantes.
Converso tácito
con sus verdes ojos,
y me hundo plácido
en el eco sordo de su voz.
Entre luces negras
y sombras claras,
me veo un poco menos muerto,
un poco más yo.
Voy a ese bosque,
de hojarascas tristes y risas plásticas,
a seguir siendo niño,
cabalgando en sus senos de ilusión.